Por Daniela Izaguirre
Siempre escribo acompañada de música. Así que hoy, a ti que me lees, te regalo esta canción: “Los pájaros de ciudad de Laura Murcia”
Escribir es, siempre, un arte de riesgo. En realidad, todo arte lo es, pero escribir en particular, es un salto al vacío, en donde el director y los actores eres tú mismo y el escenario, es el papel y el lápiz. Cuando escribes, nunca sabes cómo va a terminar esa hoja en blanco y yo creo que eso, es lo más bonito.
Mi nombre es Daniela Izaguirre y hasta hace poco, escribía a escondidas.
Llegar a Fábula significó enfrentarme a muchos de mis miedos e inseguridades, entre ellos, la escritura. A pesar de que escribir es una de las primeras cosas que nos enseñan al ser niños, hacerlo como arte no es fácil. Son horas, días, meses sentado contigo mismo, dándole forma a una idea que habita en tu interior. Intentando plasmar ese universo que se dibuja en tu cabeza. Incluso ahora, mientras escribo, estoy en una batalla campal, peleando aún con el miedo. Pero no se preocupen, ya le encontré el gusto a escribir junto a él.
Tuve la suerte de que el Grupo Fábula llegara a mi vida a enseñarme, a cambiarme. Aprendí de la mano de una familia a crear sin vergüenza, pasito a pasito. Porque Fábula es eso, una familia que te enseña a andar de diferente manera, a ser tu mismo, a crear bonito. Me abrió las puertas a un mundo diferente del que no tenía conocimiento: El Teatro.
Desde hace dos años tengo la oportunidad de enseñar lo que me enseñan, de transmitir lo que voy aprendiendo. Obteniendo información de ambos lados, como alumna y como profesora. Yo misma soy alumna de mis alumnos, cada día me educo con ellos. Y es que este es un mundo de constante aprendizaje, mucho estudio y perseverancia. Estudiar teatro no es solo aprender a actuar, es aprender a enseñar, maquillar, iluminar, musicalizar, bailar, cantar, producir, dirigir,…escribir.
Mi primer año dando clases fue un proceso de descubrimiento. Un grupo hermoso de once niñas dispuestas a aprender, nos recibieron con los brazos abiertos, con muchísimas necesidades, con mucho de qué hablar y un mensaje que transmitir. Por eso quisimos darles una obra que expresara todo eso que ellas sentían y que nosotras compartíamos. Allí fue que me atreví a escribir “Una viajera en el tiempo” mi primer texto teatral. Una vez clara la idea, el proceso, aunque no fue fácil, fue muy dulce. Lo escribí con el corazón en la boca y lloré la primera vez que se leyó, igual que todas las siguientes. Mostré al fin un poco del universo que habita en mi cabeza, regale un poquito de mí, y lo hice desde el amor. Creo que eso es primordial a la hora de crear: hacerlo con amor. Cuando las cosas se hacen así, no hay dudas ni arrepentimientos y el resultado es muy placentero. Es tan amoroso como el mismo proceso. La entrega es total y eso queda impreso, se nota, se siente.
Dar un paso es perderle el miedo al siguiente y así sucesivamente. Escribir ese texto fue darme cuenta que sí podía, que las cosas hay que intentarlas. Lo que vino después fue más ameno. Con esto no quiero decir que fuese fácil, expresarse nunca lo es; pero si se vuelve más divertido, porque los temores dejan de ser limitantes.
Lo siguiente que escribí fueron textos para mis dos siguientes talleres: “Aurora” y “El Club de Los Sueños y junto a éstos, vino la propuesta de Julián de escribir junto a él: “Se Me Quitan Las Ganas de Vivir”. Y que regalo tan bonito fue. Con “Se me quitan”, me quite la idea de que todo debe tener un orden, ya que fue escrita a partir de improvisaciones. Tuve mucho miedo y mucha incertidumbre. Me hizo sentir pequeñita, porque sentí que era un proceso mucho más grande que yo. Pero no estaba sola y el resultado fue muy hermoso. Ver como se convierte en realidad lo que se escribe, es inimaginable. Como se transforma, como se desdibuja y se vuelve a dibujar, como se expresa… es algo demasiado enriquecedor, y yo diría que mágico.
Escribir me da miedo, si. Me hace sentir de infinitas maneras. Con la escritura me he peleado mil veces, me he hecho su enemiga, me he reconciliado, he llorado, la he dejado, la he disfrutado. Ella es mi compañera y rival más grade. Y a pesar de todo eso, volver a ella me permitirme encontrarme. Volver a ella es desahogo, es arte.
No soy una experta. No tengo un título ni un magister para comprenderla, pero, como dije antes, desde niños sabemos escribir. Así que desde entonces, tenemos la habilidad de convertir esas letras en arte. Creo fervientemente que el que quiere puede, así que si se quiere escribir, solo hace falta saber cómo.
El ser humano tiene capacidades infinitas, todas ellas magnificas, pero sin duda, una de las más bonitas es crear. Y muchas veces, así lo hago yo.
Octubre, 2020